Castillos de Palencia
Monte Cildá
Monte Cildá

Situado en el municipio de Olleros de Pisuerga, en uno de los parajes más bellos e impresionantes de la montaña palentina, Monte Cildá se alza como un rocoso e inexpugnable baluarte natural, junto al cañón de La Horadada, con paredes cortadas en vertical tanto en su lado Sur como en el flanco Este, por donde discurre el río Pisuerga.

En su cima, a 976 metros de altura, una muralla tardorromana de la que se conservan abundantes restos, protege el frente noroeste creando un recinto de unas 12 hectáreas de superficie.

A partir de mediados del siglo I a.C. fue lugar de asentamiento de un importante poblado cántabro, que fue conquistado por los romanos a partir de las guerras cántabras de los años 29-19 a. C., quienes ocuparon esta estratégica posición que facilitaba el control de la vía que comunicaba la meseta con la costa.

Algunos autores identifican esta localización con la ciudad de Vellica mencionada por Ptolomeo. En el año 42 d. C., una vez pacificada la zona, se abandona este emplazamiento desplazándose la ciudad al llano, al lugar que ahora ocupa Santa María de Mave.

Muralla y primera torre

En el siglo V, ante la presión de suevos, vándalos y alanos, la población se traslada de nuevo al castro donde se reconstruye la muralla reutilizando materiales de antiguas construcciones e incluso lápidas. La población se instala principalmente en la zona noroeste, cerca de la muralla. Tras la llegada de los visigodos, este enclave es conquistado por parte de Leovigildo en la primavera del año 574.

La ciudad de Olovasio (Oliva), como parece ser era conocida por los visigodos, emitió moneda en tiempos de Recaredo y Witterico. Bajo el reinado de Sisebuto (612-621) los cántabros se rebelan contra el poder imperante refugiándose en Amaya y Cildá, donde el rey reprime violentamente la revuelta. Al trasladarse la población al llano, a la actual localidad de Mave, también se desplazó la ceca que continúo emitiendo moneda durante los años 631 a 649.

Torre segunda y primera

Tras el asalto a la fortificación por parte de los musulmanes en el año 754 Monte Cildá es de nuevo ocupado y repoblado durante la Reconquista como evidencian los restos arqueológicos aparecidos en el sector sudeste correspondientes a edificios de los siglos VIII-X.

En varios documentos de Alfonso VIII se menciona la población aunque con variaciones en su nombre, así en un diploma de 1175 aparece como "Oliva", mientras que como "Olivae" y "Olive" en los años 1183 y 1206, respectivamente.

Durante 1891 tienen lugar las primeras excavaciones arqueológicas en Monte Cildá que realiza Romualdo Moro, por encargo del Marqués de Comillas, quién también se había interesado por el cercano castro de Monte Bernorio. La finalidad de estas excavaciones es el hallazgo de objetos antiguos.

Más tarde, durante los años 1963 a 1969, se realizan diversas campañas de excavaciones, bajo la dirección del profesor Miguel Angel García Guinea, que sacan a la luz los restos de la muralla fechada en el siglo V y varias torres que la reforzaban. En su construcción se han reutilizado sillares de edificios más antiguos así como numerosas estelas funerarias del siglo III.

Restos de la muralla Restos de la muralla

Partiendo del borde Este, en dirección Suroeste se encuentra el lienzo más largo de la muralla, de 36,30 metros de longitud, cortado aproximadamente en su mitad. Con una anchura de poco más de 2 metros, el adarve o camino de ronda se alza a 1,55, estimándose en 3 metros la altura exterior de la muralla. Está construida principalmente por piedra de sillería de diversos tamaños, algunas de más de un metro, asentada directamente en el suelo natural del castro, con un aumento de calizas irregulares en el extremo Este.

Plano de la muralla - M.A.García Guinea - 1973

Termina este lienzo en una torre de planta rectangular, que sobresale casi 3 metros. A partir de aquí la muralla toma una dirección Sur más acusada, con un nuevo muro de 9,55 de longitud, con una construcción más descuidada y gran abundancia de piedra caliza, hasta enlazar con una segunda torre, de tamaño ligeramente inferior a la anterior.

Paralelo a los dos primeros lienzos descritos, se encuentran los restos de una segunda muralla interior construida con piedra caliza peor conservada, que debió de tener una anchura similar a la de la cerca exterior.

Puerta principal de entrada

Desde este punto la muralla se encuentra muy destrozada, apareciendo los restos de una tercera torre que conserva casi toda su cimentación realizada con sillería bien labrada y relleno de piedra caliza que pudo proteger una puerta en codo situada junto a la misma. El muro Sur parece que fue reforzado posteriormente con varias hiladas de sillería, algunas formadas por estelas sepulcrales reutilizadas. Es muy posible que toda esta zona sufriera varias modificaciones y rectificaciones en su trazado lo que complica conocer tanto el trazado original como su evolución posterior.

A partir de esta tercera torre parece que la muralla continuaba retranqueada con un lienzo construido con piedras de sillería, entre las que aparece también alguna estela. Casi paralelo a este muro aparecen restos de otros dos, en el que el más externo sigue la línea que trae la cerca y cuenta con una cuarta torre proyectada al exterior con cimentación de caliza.

Muralla y primera torre

Continúa en la misma dirección otros 6 metros para a continuación hacer un brusco giro hacia el Oeste, bajando hasta el camino que bordea la cumbre donde termina junto a dos torres que protegían la entrada principal al recinto de 3,20 metros de anchura. La piedra caliza es el material empleado en este último tramo de la muralla. Estas dos últimas torres son de planta rectangular de 5 por 6 metros y 5 por 3 metros, respectivamente, y están alineadas con la cerca. Sobre ellas se realizaron labores de excavación, limpieza y consolidación en el año 2001.

Merece la pena acercarse a Monte Cildá pues, además de los numerosos restos ya mencionados, desde su cima se contempla una espléndida vista del cañón de La Horadada, declarado Monumento Natural, al igual que la cercana meseta cárstica de Las Tuerces. A lo lejos también se observa Monte Bernorio, donde existe otro castro cántabro, y el castillo de Aguilar de Campoo, para cuya construcción quizá se usasen piedras de sillería procedentes de Monte Cildá.

En la localidad de Olleros de Pisuerga destaca la ermita rupestre dedicada a los Santos Justo y Pastor, construida en el siglo X y ampliada en el XII, que cuenta con dos naves y capillas absidales. La ermita de Nuestra Señora del Rosario, en el casco urbano, tiene vestigios del románico rural tardío.

 

Cañón de La Horadada y Las Tuerces Interior de la ermita rupestre