Castillos de Palencia
Torremormojón
Panorámica

El castillo de Torremormojón, o "La es­trella de Campos" como también se le conoce en la comarca, se encuentra emplazado en la parte occidental de un elevado cerro en las estribaciones de los montes Torozos desde el que se divisa un amplio panorama de la Tierra de Campos, lo que le permite estar comunicado visualmente con los castillos de Ampudia y Belmonte de Campos, en la provincia de Palencia, y Montealegre, en la de Valladolid.

Se sabe que en el siglo X ya existía una torre, probablemente de las más antiguas de la provincia, que se convierte en límite fronterizo entre los condados de Castilla y León tras la división efectuada por Sancho III el Mayor a comienzos del XI.

Numerosos son los tenentes que figuran a cargo de la fortaleza durante el siglo XII. Así aparece Pedro Ansúrez en 1114, Tello Fernández en 1116, Pedro Martínez en 1122 y Pedro González de Lara dos años más tarde.

En febrero de 1144 Alfonso VII confirma a la localidad y el alfoz los fueros otorgados por el conde Sancho Garcés de Castilla y que ya habían sido ratificados por los reyes Fernando I y Alfonso VI.

Panorámica aérea obtenida del SigPac

Rodrigo Girón figura en 1192 como te­nente del castillo, y su hijo Gonzalo Ruiz Girón en 1195 y 1215. Desde finales del siglo XIII la tenencia la ostenta la familia de los Téllez de Meneses hasta la extinción de su linaje en el XIV.

Sancho IV dona la villa a Juana Alfonso de Meneses, que consigue en 1302 la concesión de un mercado para la localidad con el fin de aumentar la población.

Según los datos del libro Becerro de las Behetrías, a mediados del siglo XIV Torre­mor­mojón figura como lugar de solariego de Juan Alfonso de Alburquerque al que pagan 900 maravedís en concepto de martiniega, 240 por yantar, 200 por fumadga, y los que tienen ganado una serna mientras que los que carecen de él ayudan a segar. Además por las tierras del despoblado de Villaverde tres eminas de pan por cada obrada. El Rey únicamente recibe los tributos de servicios y monedas, mientras que el Merino real 6 maravedís por tasas.

Enrique II tras la victoria en la guerra fraticida que le enfrenta con Pedro I, entrega la villa a su hermano, el conde D. Sancho, quien a su vez la dona en 1370 a García González de Herrera, Mariscal de Castilla.

Un siglo más tarde cuenta la localidad con una importante aljama judía que junto con la de Paredes de Nava les corresponde el pago de 2.400 maravedís en 1474 en concepto de servicio y medio servicio.

Torre pentagonal

Los Herrera mantienen la villa en su poder hasta que en 1484 por matrimonio de Blanca de Herrera con Bernardino Fernández Velasco, pasa al conde de Benavente, quién hasta 1512 refuerza la fortaleza, sobre todo en la parte del foso.

Durante al guerra de las Comunidades, en 1521, se refugian en el castillo las tropas reales que abandonan Ampudia, que al verse cercadas por el ejército del obispo Acuña y Padilla huyen por la noche a Medina de Rioseco. Dos años más tarde el conde de Benavente realiza obras de refuerzo en los muros del castillo.

La población figura en el censo de pecheros de 194 vecinos en 1528 que pagan 44.270 maravedís. Según datos eclesiásticos de 1589 la localidad se incluye en el arciprestazgo de Castromocho con 190 vecinos, que dos años mas tarde son 198, de los que 187 son pecheros, 4 hidalgos y 7 pertenecen al clero secular.

En 1631 la población la forman 212 vecinos, 777 personas. Hay además 235 cabezas de ganado mayor y 1.349 de menor. Se hace un acopio anual de 80 fanegas de sal.

Con un vecindario formado por 101 vecinos aparece en el censo de 1712. Lo componen 68 vecinos pecheros, 22 viudas contadas como 11 vecinos y 2 pobres. No se consideran como vecinos los 7 hidalgos y 40 mendicantes que también hay en la localidad.

Restos de la torre primitiva

A mediados del siglo XVIII es villa de señorío del Conde de Benavente, con una población de 210 vecinos, entre los que se incluyen eclesiásticos, viudas y solteras. El casco urbano lo forman 230 casas de las que 5 están arruinadas y de 8 sólo queda el solar.

Años después, en 1768, el número de habitantes es de 671, de los que 322 son hombres y 349 mujeres. Hay 21 hidalgos, 6 pertenecen al Real Servicio y 1 a la Real Hacienda. La gran religiosidad de la población se refleja en la existencia tres años más tarde de 11 cofradías, de las que la Cofradía de ánimas es la que más dinero gasta, mientras que la más pobre es la Orden tercera de hombres que celebra una función a costa de los cofrades.

En 1787 es villa de señorío secular del Duque de Benavente, incluída en el partido de Campos con una población de 666 personas de las que 344 son varones y 322 mujeres. Por profesiones se distribuyen en 150 jornaleros, 68 labradores, 8 criados, 7 hidalgos, 5 estudiantes, 1 escribano y 1 dependiente de las cruzadas. Eclesiásticos hay 6 beneficiados, 1 cura, 1 sacristán y 1 acólito.

Vista interior

Durante la Guerra de la Independencia la localidad, al igual que la vecina de Ampudia, fue ocupada por las tropas del mariscal Bessieres.

La población en 1828 es de 147 vecinos, 708 habitantes, que a mediados de siglo han disminuido a 125 vecinos, 650 almas, y un núcleo urbano formado por 150 casas. En 1874 se indican 600 habitantes y 142 casas.

En este último año el castillo ya en ruinas es demolido en parte, y el 6 de septiembre de 1878 es declarado Monumento Histórico Nacional, siendo uno de los primeros castillos en obtener dicha calificación, lo que no impidió que en 1882 se siguiera desmantelando y usando su piedra para la construcción de la carretera de Villamartín a Medina de Rioseco, llegando a nuestros días completamente arruinado.

Lo que se conserva del castillo consiste en un edificio de planta rectangular, con torres circulares en sus esquinas, como se puede ver en una de las imágenes anteriores.

La parte más expuesta, la que da al llano del cerro, cuenta además con una torre pentagonal y un foso. Esta torre protege el foso y la pequeña puerta de arco apuntado que permitía el acceso a la fortaleza por medio de un puente o pasarela necesarios para salvar el foso.

Frente que da al llano

En el interior de esta torre pentagonal unas escaleras descienden a una galería subterranea, que cuenta con varias cámaras de tiro que protegían el foso y que comunicaba las tres torres entre sí, dando acceso a las casamatas donde se colocaban las piezas de artillería. Todo este frente, que se encuentra desmochado, corresponde a las reformas de finales del siglo XV, es de buena sillería con muros de 4 metros de grosor.

De las otras torres y lienzos de la fortaleza nada más quedan los cimientos y unos muros de tapial realizados para apro­vechar el castillo como palomar. Contaban los lienzos laterales con una torre circular situada en el centro de los mismos, mientras que en la cara más alejada del cerro, la más visible desde la población, se ven los restos de otras dos torres circulares situadas hacia la mitad del lienzo, apenas separadas entre si, y que protegían la entrada principal al recinto.

En el centro de la fortaleza se encuentran los restos de la torre primitiva de la que sólo se conserva una sala abovedada correspondiente a un aljibe y una enorme cantidad de escombros. Según la descripción que hace de la fortaleza Becerro de Bengoa en 1878, el recinto mide 48 metros en los lienzos Este y Oeste por 54 en los frentes Norte y Sur, con muros de 9 metros de altura y 2 más en el coronamiento de los torreones.

Ilustración del castillo (AHN Simancas)

La fachada principal estaba protegida por una barbacana de forma rectangular-semi­circular de 15,60 metros de diámetro. En el interior del castillo una calle de 7,30 metros separaba la torre central del recinto. La fachada principal de la torre, situada a oriente, medía 9 metros de alto por 35 de longitud. Se accedía por una sencilla puerta gótica situada en el centro con tres escudos sobre el arco.

No tenía almenas aunque se apreciaba el arranque de las mismas, así como cuatro ménsulas de un matacán situado sobre la puerta. En el interior del cuerpo central una sencilla galería gótica de 3 metros de altura, ya en estado de ruina, parecía rodear la torre. Frente a la puerta un estrecho paso permitía el acceso al aljibe. A la derecha de la puerta existía una subida a la torre superior. Del resto no quedaban más que escombros hacinados, salvo dos paredones que formaban el ángulo sureste de la torre del homenaje, que conservaban en el grueso de sus paredes los arcos de las galerías de paso y se veían los huecos donde ajustaban los sostenes de los tres pisos.

Se dispone de un inventario de armas existentes en el castillo en 1506, mandado hacer por el Condestable Bernardino de Velasco, entre las que se incluyen 66 ballestas, 76 lanzas y 5 astiles; 2 espadas de 2 manos y 6 menores; 5 porras de armas y 1 de hierro; 56 escudos formados por 36 paveses, 9 pavesinas, 10 adargas y 1 de hierro; así como 84 piezas de artillería y pólvora almacenada en talegas.

Santa María del Castillo

La población estaba protegida por una extensa muralla de forma ovalada que rodeaba el pueblo, de la que aún se pueden ver grandes paredores de tapial bordeando el casco urbano. En 1521 sirvió de refugio temporal a la tropas reales, lo que motivó el ataque del ejército comunero, causando diversos daños, entre los ellos la quema de la puerta principal.

En el casco urbano destaca la iglesia parroquial de Santa María del Castillo con su monumental torre románica de seis cuerpos. La construcción del resto del templo es del siglo XVI, realizada con excelente cantería.

También se conservan los restos de la iglesia de Nuestra Señora del Campanil, que pertenecía al convento de monjas dominicas de Santa María de la Piedad, trasladado a Palencia en 1540. Fuera de la población se puede contemplar el conjunto de palomares existentes en las proximidades, y desde el mirador acondicionado junto a las ruinas del castillo se puede el amplio paisaje de la Tierra de Campos Palentina.